martes, 1 de septiembre de 2009

Homenaje a la Sra. Julia Obdulia Murillo Valdivia


Arequipa, 27 de Agosto de 2005
La Sra. Julita Murillo nació el día 12 de junio del año 1944 en la localidad de Cocachacra, con asistencia de la partera Sra. Manuela de Palza, de ahí que fue muy amiga y recuerda como compañera inseparable de su infancia a su hija Felicidad Palza. Su Madrina de Bautizo fue la Sra. Alicia de Gómez, de Primera Comunión la Sra. Olga Páez de Cerdeña, y de Matrimonio don Ulises Manrique. Su padre fue el Sr. Fidel Murillo Murillo, agricultor nacido en Omate y su madre la Señora Hilda Valdivia Ampuero hija también de agricultores del valle de Tambo. Infelizmente su madre falleció en el mes de mayo del año 1956, en un trabajo de parto, sobreviviendo el niño que hoy es agricultor en Cocachacra.
En 1995, el 31 de diciembre, fallece su padre, un día antes de ingresar a trabajar en el Servicio de Gastroenterología como Técnica de Enfermería en el ya Hospital Nacional del Sur.
Sus estudios primarios los hizo en su pueblo natal, y los secundarios en Arequipa, en el Colegio Nuestra Señora de Fátima, y el Curso de Técnica de Enfermería en el Instituto Superior María Montessori.
Se casó después de un cálido romance en el año de 1964 por lo civil y en 1965, un 31 de enero en la Iglesia de la Recoleta de la ciudad de Arequipa, y vestida de blanco; su esposo es el Sr. Isauro Téllez Rubio, nacido en el hermoso pueblo de Alca en Cotahuasi y son padres de 4 hijos, dos de ellos varones, y tienen la felicidad de tener 7 nietos.
Entró a trabajar en esta institución el 1 de enero de 1974, y entre sus más gratos recuerdos que guarda es haber estado junto a personas como la Sra. Regina Camargo, Carolina Arenas, Martha Noriega, Beatriz Zúñiga, o los Doctores Carlos Lozada Polar, Rafael Arrarte Congrains, o Edgar López Ortiz, etc.
Considera que Dios la bendijo en trabajar en el Servicio de Gastroenterología donde admiró, según sus propias palabras, la belleza espiritual y calidad de trabajo, y fue donde mejor se ha sentido en su impecable trayectoria profesional; hubo una compenetración casi atávica con todos.
Recuerda también las palabras de contento en sus primeros momentos en el Hospital Obrero, y cómo la Sra. Zoila Medina Huaco, enfermera en ese entonces del Servicio de Medicina no la quiso dejar ir a trabajar al Servicio de Cirugía, donde era Jefa de Enfermería la Sra. Regina Camargo, pero inapelablemente le dijo “yo te necesito”, y prevaleció su autoridad y recia personalidad.
Fue razón de mucha tristeza cuando vino la unificación de los Hospitales, y por eso lloró mucho pero...
Como sólo las grandes personas, se fue muy silenciosamente, la cabeza erguida, digna, noble y generosa. Trabajó sin quejas hasta el último instante, y fue un permanente estímulo por su clase, don de gentes, prestancia, nobleza y digno porte que jamás dejó de irradiar, y el compromiso con el trabajo para ella fue una cuestión de honor.
La apariencia y presentación fue un reflejo de su persona: ropa limpia, blanca, sin manchas, sin pintura en la cara, aretes que casi no se notaban y zapatos brillantes y manos limpias, y ninguna palabra debería estar fuera de la educación, respeto y decencia.
Sólo me queda decirles a todos ustedes que para mí en especial, y para todos los del Servicio de Gastroenterología ha sido una felicidad y una bendición de Dios haber tenido a Julita Murillo Valdivia por tantos años a nuestro lado, y siempre, pero siempre, decirle que la queremos mucho y que Dios esté a su lado como lo está siempre al lado de los buenos.
Recordemos el cariño y la nostalgia que demostró siempre cuando aparecía un “compañero ex-trabajador del Hospital Obrero”, no sólo en aquellas ocasiones que se atendía en Gastroenterología, sino también en otros Servicios.
Nunca se le escuchó un reproche ni demostró alguna disconformidad en los diarios vaivenes del trabajo. Su legado más importante, qué duda cabe, es el desprendimiento y entrega noble y generosa que siempre le acompañó al lado de un celoso cumplimiento del deber.

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