Conocido el fallecimiento de Daniel Carrión y que éste había sido inoculado con la verruga, se produjo un pequeño escándalo, que mereció incluso la participación del Poder Judicial y de las autoridades policiales. Esta fue la decisión del juez que vio el tema.
Autos y vistos: de conformidad con el dictamen del agente fiscal y considerando:
Que a consecuencia de haber fallecido el estudiante de la Facultad de Medicina, don Daniel Carrión, víctima de la sangre de un enfermo de verrugas, la Subprefectura mandó instaurar un juicio;
Que al ordenarse esta investigación no ha podido tenerse otra mira que averiguar si a sabiendas se ha prestado medios para un suicidio o ayudado en su ejecución, únicos actos –en este orden– que tienen su sanción en nuestro Código artículo 238, en el título de homicidio, puesto que el suicidio mismo no constituye ni puede consituir un delito social;
Que a mérito del informe de foja uno, expedido por los médicos de policía, en el que se refiere que el doctor don Evaristo Chávez confiesa haber practicado la inoculación, pero en el momento en que Carrión se preparaba a hacerla por sí mismo, y con el objeto de evitar los defectos de incisiones hechas por la propia mano del paciente, después de haberse negado a realizarla en otras ocasiones;
Que los testigos doctor don Leonardo Villar y practicantes don Julián Arce y don José Sebastián Rodríguez, a fojas 11 y 13, corroboran en todas sus partes la disposición del Doctor Chávez;
Que a este efecto debe dejarse establecido que el propósito de la inoculación nació y se mantuvo en el espíritu de Carrión bajo el ardiente deseo de dilucidar un punto oscuro de la ciencia médica, sin sugestión alguna extraña;
Que esta admirable resolución revela lo ascendrado de su amor a la verdad y eleva su acción hasta la altura del heroísmo;
Por tales consideraciones, que revelan que no se ha cometido en el caso de que se trata delito alguno, ni menos que haya indicios de culpabilidad en el enjuiciado: sobreseo en el conocimiento de esta causa. Juez Villagarcía.
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